“Trabajamos para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes se sientan amados’’: Wilfredo Grajales

Por: Guiovana Fuentes Barbosa

Al cierre del 2019, el Instituto  Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud a–IDIPRON atendió a más de 50.000 niños, niñas adolescentes y jóvenes (NNAJ).  Uno de los proyectos bandera del Instituto es que los beneficiarios descubran desde lo profundo de su ‘’ser’’, qué es lo que los conecta con la vida, por medio del innovador modelo pedagógico, el arte, la música, la pintura, el teatro, el emprendimiento, entre otras actividades que hacen aflorar lo mejor de cada joven.   

Tiene don de gentes. Siempre está dispuesto a escuchar a los muchachos y a sus colaboradores, quienes sostienen que es una persona incansable, que no se rinde fácilmente para ponerle cara a los peligros que acechan a los NNAJ en las calles.  Su jornada inicia muy de madrugada, antes de que despunte el alba. Es un hombre disciplinado, digno de su casta salesiana que se propuso lograr la tarea que le designó la administración del alcalde Peñalosa: recuperar el enfoque carismático con el cual nació el IDIPRON, donde el afecto, la libertad y la alegría movilizaban el espíritu de la institución.  

Wilfredo Grajales Rosas fue el director de la entidad en el cuatrienio 2016-2019, y sostiene que trabajó cada día  para que los NNAJ se sintieran felices, amados y atendidos, “como se lo merecen, y logren superar la mala vida que les inyecta el desolador mundo de las drogas”, explicó.  

La tarea no ha sido fácil.  Ya que enfrentarse a los monstruos invisibles de la drogadicción y la calle para arrebatarles a los chicos y chicas impone grandes retos. Sin embargo, con ese espíritu emprendedor que lo caracteriza dio la batalla para que los muchachos como él -los llama amorosamente-, tengan un lugar que los reciba con afecto y con calor de hogar para que decidan quedarse y aprovechar todo lo que el modelo pedagógico les prodiga, y así construir un proyecto de vida esperanzador.

‘’Siempre he dicho que nuestro servicio tiene que ser mejor cada día y lo repetí una y otra vez en el instituto. Tenemos que estar siempre buscando, investigando, estudiando,  las maneras de hacer que los jóvenes comprendan que estamos para ellos, que los amamos y que les vamos a dar todas las oportunidades que les sirvan para sus vidas. Pero no es solamente darlas, sino que las aprovechen.  En lo público hay muchas oportunidades de bienestar, pero a veces la gente no lo entiende. Entonces, lo importante es que la niñez, adolescencia y juventud, comprendan ese bien, y que surja el autogobierno’’.

La alegría y libertad son principios del modelo pedagógico del IDIPRON.

En diálogo exclusivo, Grajales, quien fuera sacerdote salesiano por más de 30 años, y ha dedicado su vida al servicio de la educación, dice categóricamente que tiene la firme convicción de que el IDIPRON es una bienaventurada oportunidad para que los habitantes de calle y jóvenes puedan reconstruir su vida y emprender un nuevo rumbo. Destacó que durante el año 2019 se atendieron más de 50.000 NNAJ  y se les entregó, como meta cumplida, el moderno Conservatorio de música ‘Javier De Nicoló’, y se llevó a cabo la reconstrucción de la Unidad de Protección Integral de Bosa, para jóvenes que realizan el proceso en el Instituto.   

Áreas de Derecho

Una de las apuestas que emociona a Wilfredo Grajales es hablar del modelo pedagógico del IDIPRON denominado ‘’SE3’’, por las iniciales de las áreas de derecho que busca garantizar a los NNAJ en los diferentes contextos pedagógicos: internados, externados y territorio: Sicosocial, Sociolegal, Salud, Educación, Espiritualidad y Emprender.

“Es una tarea emprendida para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes puedan descubrirse a sí mismos por medio de expresiones artísticas como la música, la pintura, el teatro, la danza, entre otras, y retomar las actividades de estudio, formación para el trabajo y emprendimiento”.

En ese sentido, sostiene que lo hace feliz escuchar y conocer los testimonios de jóvenes que le han confesado que si no hubiera sido por la música y por el hilarante despertar desde lo profundo de su ser que les ofrece el modelo pedagógico, “se habrían perdido para siempre en la calle”.

Grajales Rosas reconoce que hay un camino todavía por recorrer y que su gran ‘sueño’ es que el IDIPRON no solo sea la entidad que en la práctica diaria atiende a los habitantes de calle y en riesgo de habitarla, sino que la ciudadanía bogotana  se comprometa de manera consciente a luchar contra este flagelo  en vez de ignorar la problemática.  Que se promuevan escenarios de dialogo con los diferentes actores sociales para que tras un proceso reflexivo surjan compromisos que caminen por esa visión de construir un futuro esperanzador para la juventud colombiana.   

Restauración ambiental de los cerros orientales por jóvenes Idipronianos.

¿Qué destaca de su tarea en el Instituto?

Desde que llegamos nos volcamos a recuperar el enfoque carismático con el que nació el Instituto y su misionalidad por medio del padre Javier de Nicoló. La administración del alcalde Enrique Peñalosa me encargó la tarea de retomar esa visión, donde el afecto y la cercanía familiar fueran lo fundamental. Eso lo hemos cumplido a cabalidad.  Hemos impulsado el crecimiento del Instituto y logros importantes que nos generan satisfacción.  Desde los años setenta, se empezó a trabajar en la formación técnica para propiciar oportunidades de empleabilidad y hemos seguido potencializando esa senda, fortaleciendo proyectos como el de Jóvenes en Paz, una apuesta de la administración pasada, que nosotros retomamos. Nos encargamos de hacer un proyecto más dinámico y viable, en donde su eje fuera el arte como terapia de sanación. En últimas, lo que buscamos por medio del modelo  pedagógico es  consolidar  la paz  a través de los  valores, con el fin de incentivar la resocialización e integración de los jóvenes del IDIPRON a la sociedad.

¿Cómo describe esa apuesta?

Hay unas realidades transcendentes para el desarrollo de los seres humanos que son complejas a la hora de medirlas a la luz del capitalismo, por formar parte de aquellas expresiones que fluyen desde el interior, como por ejemplo, subir una montaña, contemplar un paisaje, mirar a los ojos a un ser amado. En fin, esas pequeñas y grandes cosas de la vida que conmueven el alma y que se convierten en la musa de inspiración para componer una canción o hacer una pintura; son esas vivencias inevitables  de la humanidad que tocan fibras, en donde las personas se buscan desde lo profundo de su ser para expresar esos talentos que transforman sus vidas. Siempre he dicho que me emociona cuando veo  que los muchachos, se encuentran consigo mismos y logran superarse a través de esas expresiones artísticas,  como la pintura, la música, la danza, el teatro, y no ha sido a través del análisis psicológico, ni de la terapiada como dicen ellos, ni desde lo legal, sino que tiene que ver con eso simple e invisible que les mueve el alma y los anima a seguir adelante.  

Cuando hablo con los músicos, descubro que para ellos, si no hubiera aparecido la música en sus vidas se habrían perdido del todo en el inhóspito mundo de las drogas y la calle. Desde lo más profundo de su existencia ellos se sienten realizados y lo expresan. Son esas convicciones en el modelo pedagógico que nosotros brindamos lo que nos entusiasma a seguir trabajando para que los NNAJ, encuentren esa música que llevan por dentro, y que en el sentido literal de la palabra no solo se refiere a las expresión artística, sino al despertar de las poderosas capacidades que subyacen en un ser humano. 

Jóvenes del IDIPRON participan en el proyecto cultural de recuperación de la antigua L del Bronx.

¿Qué le diría a una persona que no conoce el trabajo que realiza el IDIPRON?

El Instituto es una oportunidad para que los habitantes de calle tengan bienestar y se reintegren la sociedad y lo hacemos desde principios fundamentales como el afecto, la libertad y alegría.  Lo que hacemos cada día es darles un regalo de vida a los jóvenes para que construyan un proyecto de vida digno.  

¿Cuál ha sido su  impronta en su labor con el Instituto?

Mi estilo pedagógico es apoyar a las personas a que sean. Yo creo que lo más  lo importante de mi gestión fue hacer que el IDIPRON sea el instituto que era en sus comienzos; recuperar esa mística que soñó Javier De Nicoló. Todos los días trabajé en ser muy sensible a esa realidad, para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes pudieran sentirse a gusto con lo que hacemos y no quisieran regresar a los peligros de la calle, que les roba su vida. 

¿Cuál es su balance de la gestión realizada en el IDIPRON?

Lideramos el sueño de darles soluciones a los habitantes de calle; a los niños, niños y adolescentes en riesgo de explotación sexual y comercial (ESCNNA) generando dinámicas de concientización a la sociedad.  También trabajamos cada día en desinflar esa bomba social que ha dejado el flagelo de la droga; asimismo, buscamos que la entidad sea un instrumento de reflexión en nuestra sociedad. Esa convicción la tienen las y los servidores públicos que trabajan en la entidad. No obstante, a veces nos ahoga el quehacer diario, muy a pesar de que lo que hacemos nos apasiona. Es obvio que se necesita emprender ese camino transformador. La idea es que cada año se realicen conversatorios, congresos y se propicien otros escenarios de diálogo con los diferentes actores sociales para que la sociedad reflexione sobre esta problemática social, para que también se involucre en la transformación social con los jóvenes.  Hemos hecho, algunas cosas en ese sentido, aún hay que seguir abriendo esos espacios reflexivos.    

Los niños, niñas y adolescentes atendidos en los barrios son una prioridad para el IDIPRON.

¿Cuál ha sido su más grande satisfacción el frente del IDIPRON?

Ver sonreír a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; escucharlos decir: ‘gracias, yo aproveché todo lo que me dieron y me sirvió’. ‘Mi vida cambió. Y, son miles de historias de las que he sido testigo, que vemos cada día. Si la historia de un solo joven me hace feliz,  no se imagina cuánto me hace feliz que cada vez más jóvenes transformen sus vidas y sean ciudadanos plenos.  Eso es lo que me llena de una profunda satisfacción: saber que hemos hecho lo mejor para que la niñez, adolescencia y juventud tengan una vida digna en la construcción de una Colombia próspera.

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